domingo, 6 de enero de 2008

"El nuevo desafío es explorar el espacio interior"

A boca de jarro: Miguel Grinberg


"En Petar, en el estado de San Pablo, Brasil, se esconden algunas de las cavernas más antiguas del mundo. Recorrerlas es una experiencia sobrecogedora. Al principio uno va amarrado por la cintura por pasadizos mal iluminados; después, no hay otra cosa que la luz de las linternas. El paisaje es extraño, tiene algo de escenografía de vieja película de terror, con estalactitas, abismos insondables, ríos y lagos subterráneos, en los que hay que avanzar con el agua hasta el pecho", explica Miguel Grinberg.

"La travesía se va haciendo cada vez más lenta y difícil, pero el esfuerzo vale la pena. El objetivo es alcanzar los misteriosos salones de la gruta, donde el silencio es total y los techos son tan altos que no pueden alcanzarlos las luces de las linternas. Fue allí donde tuve una experiencia increíble; de pronto me sentí hermanado con los miles de años de historia que encerraba la caverna, era parte del cosmos. Supongo que algo así debe de ser la iluminación de los monjes zen o la sensación que sintieron los astronautas al flotar sin gravedad", agrega.

Grinberg es poeta y traductor de autores como Padma Sambava -introductor del budismo en el Tíbet-, Rumi, Meister Eckhart, Mahatma Gandhi y de su admirado Thomas Merton. Llevado nada menos que por Allen Ginsberg (al que conoció en Nueva York), fue profesor del Instituto Naropa, la universidad budista de Boulder, Colorado. Además es fundador de la revista Mutantia, creador de la holodinamia un tipo de meditación basada en sonidos y autor de un nuevo concepto: la ecología espiritual.

¿Qué es la ecología espiritual?

Durante años luché en las barricadas de la ecología. ¡El planeta está en peligro!, decíamos, y era cierto. Pero un día comencé a preguntarme: ¿y el hombre, qué? Porque en las barricadas no se hablaba del ser humano; sin embargo, somos nosotros los que debemos cuidar la naturaleza, porque formamos parte de ella. Pero cuidar algo significa amarlo y amar es entregarse. Y allí aparece el elemento espiritual. Sigamos adelante. Hace años, en el Museo de la Ciencia de Kenya, cuando trabajaba como consultor del Medio Ambiente para las Naciones Unidas, el científico Richard Leakey me puso en la mano la calavera de una niña que había vivido hacía un millón de años. Entonces, sentí una corriente eléctrica que salía de esas cuencas vacías y corría por mi brazo hasta el rostro. Fue una experiencia fundamental, porque me hizo comprender que no somos entidades fijas, somos seres evolutivos y que en ese millón de años todos habíamos cambiado. Y aquí aparece un elemento todavía más profundo: lo trascendente. La creación del mundo es una creación en evolución y, para el hombre, el nuevo desafío es explorar el espacio interior.

¿Puede explicarlo más?

Tuve una intuición en el Instituto Di Tella, en 1965, cuando organicé el festival del Nuevo Cine Americano (New American Cinema). En la presentación hablé de la aurora de los psiconautas, y los realizadores americanos habían iniciado la exploración del espacio interior, pero lo hacían con ácido lisérgico. Me parecía que lo suyo era más una búsqueda de sensaciones psicodélicas que de un conocimiento profundo. Actualmente, la Tierra está totalmente explorada y están construyendo en el espacio una plataforma que permitirá investigar el cosmos sin tener que vencer la atracción terrestre. Pero en el plano de la búsqueda interior estamos muy atrasados. Padecemos un gran atraso en educación: tenemos que dejar de considerar al alumno un recipiente que hay que llenar con información y verlo más bien como una lámpara que tenemos que encender para que brille por sí misma.

¿Personajes que recuerde?

En primer lugar, un monje trapense, Thomas Merton, uno de los mayores pensadores y poetas cristianos del siglo XX. Lo descubrí en una revista mexicana que publicaba poemas de él traducidos por Ernesto Cardenal. Escribí pidiendo la dirección de Merton y Cardenal me la mandó. Así comenzamos una amistad epistolar que duró seis años, hasta su muerte, en 1968, por un accidente absurdo.

¿Qué pasó?

Murió electrocutado con un ventilador en cortocircuito. Fue en Bangkok, Tailandia, el 10 de diciembre, cuando asistía a un encuentro de monjes benedictinos y cistercienses de Asia. En esos días había tenido una larga charla con el Dalai Lama, un viejo sueño.

¿Llegó a conocerlo personalmente?

Sí, en 1964 decidí verlo y el abad de la orden autorizó mi visita al monasterio trapense de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, donde vivía. Nos encontramos una fría tarde de invierno, se puso el abrigo y salimos a caminar hasta un lago cercano, en el que nadaban los cisnes. Merton tenía poco que ver con la imagen pálida y solemne que tenemos de un místico. Era rollizo, de muy buen humor y risa fácil, y le gustaba tomar, de vez en cuando, una cerveza con sus amigos. Durante la gélida marcha descubrimos que teníamos un amigo común, el poeta beatnik Lawrence Ferlinghetti. Me confió que le gustaba mucho sacar fotografías y recorrer el bosque con su cámara buscando rincones mágicos. Además, le encantaba el cine, sobre todo el de Ingmar Bergman, y cuando tenía que ir al médico en Louisville, la ciudad cercana a la abadía, elegía el día en el que dieran algo del director sueco.

Luis Aubele – LA NACION - 17 Abril 2005


Danza cósmica

"Somos como pequeños planetas fuera de órbita. En colisión con otras realidades igualmente conflictivas. Sin embargo, hemos nacido para la plenitud, no para la insuficiencia. Somos originalmente participantes de una danza cósmica ilimitada. Pero no nos han educado para tal celebración." M.G.

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sábado, 5 de enero de 2008

LA NATURALEZA SEGÚN GARY SNYDER


"La naturaleza es mi maestra,

mi ejercicio la vida”

Reportaje a Gary Snyder, poeta de la generación beat, antropólogo, ecólogo y místico. (Archivo 1978)





La mayoría lo conoce solamente por ser el personaje central de la novela “Los vagabundos del Dharma” de Jack Kerouac. Es que en la fértil época de locura y creatividad de la Generación Beat, Gary Snyder desató la imaginación de sus amigos escritores y compañeros de aventuras (Kerouac, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso y muchos más), llevándolos en largas caminatas por las montañas, enseñándoles a observar la naturaleza, estimulándolos a descubrirse a si mismos mas allá de todas las ideas y costumbres aprendidas.
En ese sentido Snyder sigue siendo un ejemplo de la capacidad de una mente despierta e independiente, que busca las soluciones por su propia cuenta, inspirándose tanto en la vida a su alrededor como en los descubrimientos mas recientes de la antropología, la ecología, y la física atómica.


Snyder cuenta que, cuando era chico, sentía una simpatía, inmediata y profunda por el mundo natural. Que... “esa sensación de autenticidad, de riqueza, de realidad que transmite el mundo natural me hizo conciente de las contradicciones que ocurrían a mi alrededor, como por ejemplo la contaminación, la destrucción de los bosques, la construcción de edificios horribles, etc. Además, yo percibía que todavía existía “gente nativa”, indios que vivían en una reserva a las orillas del Puget Sound.



Mi padre tenía una pequeña granja lechera, y vivíamos rodeados de bosques. Tan pronto como mi familia me lo permitió, salí a escalar montañas y a dormir solo en el bosque, llegando hasta zonas verdaderamente silvestres. A esa edad – 13 años - , era poco lo que me resultaba interesante entre los humanos civilizados.

Cuando entré en la universidad yo ya estaba despedazado por la idea de formar parte de una sociedad que destruye su propio suelo. Eso me condujo a un largo proceso de pensamiento político, análisis, estudios. Comencé a estudiar a los indios americanos y me especialice en antropología. Al mismo tiempo me conecté muy de cerca con algunos viejos indios. Empecé a sentir que toda la cultura actual iba por un camino equivocado y que existían tendencias autodestructivas en nuestra tradición cultural”.

Fue así que Snyder decidió ir más lejos en su investigación, y se zambullo en la historia de las culturas y religiones del lejano oriente: China, Japón, India. Estudio Lenguas Orientales en la Universidad de California, sin abandonar su pasión por los espacios abiertos. El mismo dice: “Era como un pájaro migrador: pasaba mis veranos trabajando de leñador y guardabosques en el norte, y volvía al sur en invierno para estudiar”.

En ese tiempo comenzó a practicar meditación, sorprendido por la similitud de todas las enseñanzas espirituales, que acentúan la necesidad de la contemplación, cosa que Snyder dice que también los animales hacen: “Me daba cuenta de lo que la meditación significa de una manera practica mas que intelectual. Era parte de mi respeto por los animales salvajes, ya que todos ellos son capaces de estar quietos y SER simplemente, durante horas. Como un gato, quieto por un rato, experimentándose a si mismo”.

La meditación es justamente el tema que da comienzo al reportaje que Peter Barry Chowka le hizo para la revista East-West en la casa de Allen Ginsberg, Nueva York, el año pasado (1978). El Expreso Imaginario decidió transcribirlo, porque aunque Gary Snyder es prácticamente un desconocido en Latinoamérica, los temas que se discuten a lo largo de la charla nos incumben a todos los habitantes del planeta, y el enfoque abierto y humano de Snyder puede ayudar a desatar también nuestra imaginación.

En una ocasión hablaste de que la caza pudo haber sido el origen de la meditación.
Ahora comprendo con mayor claridad aun que la que tenía al escribir eso, que nuestras primeras formas de supervivencia, nuestras primeras tradiciones de vida anteriores a la agricultura requirieron, literalmente, miles de años de gran atención y conciencia, y largas horas de quietud. Un antropólogo, William Laughlin, escribió un artículo maravilloso acerca de la caza como una educación para los niños. Comienza por preguntarse por que los cazadores primitivos no disponían de mejores instrumentos. El arco de los indios americanos no tiraba muy fuerte, y parecía un juguete. La tecnología era realmente muy simple. Muchas otras cosas las hacían extremadamente bien, como construir casas de 15 metros de diámetro, elevar grandes postes para totems, o hacer buenos botes. ¿Por qué, entonces, esa falla en la tecnología para la caza? Ellos hacían cosas, como por ejemplo aprender el comportamiento animal, ante las cuales las armas resultaban innecesarias.
Uno aprende el comportamiento animal desarrollando una aguda observación de los animales, penetrando sus mentes. Esa es la razón por la cual en las ceremonias y rituales antiguos de todo el mundo, el componente clave es la imitación de animales. La imitación es una expresión espontánea de la capacidad de volverse uno, física y psíquicamente, con el animal, demostrando que la gente conoce exactamente lo que el animal hace (Snyder imita a un lagarto). Hay algo aun más interesante: en una sociedad cazadora y recolectora, uno conoce el paisaje como un territorio, multidimencionalmente, y no como una línea recta. Los americanos vamos a todas partes por medio de rutas. Tenemos los puntos A y B para ir de uno al otro. Siempre que queremos algo lo definimos como una cosa que se halla al final de tal o cual línea. En la sociedad Neolítica ya estaba comenzando a suceder lo mismo, con los pueblos unidos entre si por líneas. Pero en una sociedad en la cual todo proviene de la tierra, el paisaje se memoriza con todas sus arrugas y sus dimensiones. Vos sabes que allá hay un arbusto del cual se obtiene goma e hilo, y que arriba de la próxima colina abrevan los antílopes. Es una percepción territorial del mundo. Y todo esto forma parte de la cualidad de la meditación.
Más precisamente, ciertos tipos de caza son una vía de entrada en el movimiento-conciencia-mente-presencia de los animales. Como dicen los indios: “Caza al animal que viene hacia ti”. Yo he visto viejos indios arponeando salmones en el Río Columbia, parados en una pequeña piedra sobre una cascada. Estaban ahí parados inmóviles durante 20 o 30 minutos con la lanza en la mano y de pronto..... ¡¡Tienen un salmón!! ¡Esa clase de paciencia!
Simplemente estoy especulando acerca de las raíces biofísicas y evolutivas de la meditación y de la práctica espiritual. Es algo sobre lo que sabemos mucho más de lo que la gente cree. Sabemos que la práctica del ayuno y de retirarse a la soledad – de la quietud -, como parte del entrenamiento del shaman o el brujo son universales. No cabe duda que todas estas posibilidades han sido explotadas durante miles de años, han formado parte del aprendizaje de la gente.

En una entrevista realizada en 1975 dijiste: “El peligro y la esperanza residen en que la civilización ha llegado al final del equilibrio ecológico”.
Se reduce a lo siguiente: si lo que los hindúes, los budistas, los shoshone, los hopis y los cristianos sugieren es cierto, entonces toda la civilización tecnológica-industrial- de consumo esta realmente equivocada, porque su empuje y su energía son puramente mecánicos, los verdaderos valores están en otro lado. Están dentro de la naturaleza y la familia, en la mente y en la liberación espiritual. Y quedan implícitas en las posibilidades de una forma de vida y de ser que sean armoniosas y complejamente simples. ¿Como elegimos, dentro de una política económica nacional, la forma de tener en consideración ese tipo de costos? Plantearse, por ejemplo: “¿Cuál es el precio espiritual-natural que pagamos por esta porción en particular de riqueza, comodidad, placer, o ahorro de trabajo?”. “Precio espiritual” significa el tiempo de estar en casa, de estar con la familia, tiempo de poder meditar, o la diferencia entre lo que tu cuerpo y tu mente consiguen caminando una milla o recorriéndola en auto, (mas el gasto de nafta). Hay entonces una contabilidad que nadie ha pensado cómo hacer.
La única esperanza para una sociedad infernalmente entregada a un crecimiento autodestructivo, no es negar el desarrollo como forma de existencia, pero si trasladarlo a otro nivel, a otra dimensión.
La realidad de esa otra dimensión deberemos aprenderla de otros sistemas. El padre de William Penn, un buen cuáquero, nunca en su vida condujo un vehículo hasta que llego a este continente. Se negaba a viajar siquiera en un carruaje o en un vagón diciendo: “Dios me dio piernas para caminar”. En nuestra tradición contamos con estas escuelas folklóricas de practica espiritual, maneras de vivir maravillosamente puras, directas, sencillas, nada que ver con el “Sistema”.
El cambio puede ser acelerado. Lo que debemos construir son redes de comunidades. No necesariamente comunas hippies, ni nada “raro”. Cuando la gente, en forma muy modesta, es capaz de definir un modo de existir juntos por un tiempo, puede entonces comenzar a corregir el uso que hace de la energía y encontrar una manera de darse empleos mutuamente. Y esto, por supuesto, trae aparejado un compromiso con el lugar, lo cual implica una relación correcta con la naturaleza.

En tus primeras poesías se ve claramente que has estado en contacto directo con una gran variedad de gente y de trabajos...
En realidad, he pertenecido a más niveles de la sociedad que nadie que yo conozca. He tenido empleos propios de todos los estratos sociales. Me enorgullezco de haber trabajado 9 meses en un buque en alta mar sin que nadie se diera cuenta en ningún momento que yo tenia estudios universitarios.
Yo crecí con un sentimiento de identificación hacia la gente trabajadora. Tengo mucho contacto con esa parte de la sociedad, siempre la tuve, y me doy cuenta de lo peligroso que es quedar encerrado dentro de un grupo que se auto-justifica, que es lo que ocurre todo el tiempo. Desde que volví a los EE.UU. – y en los últimos 7 años viví en la parte rural de California - , he convivido y compartido actividades con todo tipo de gente. Eso me hizo mucho bien. Muchos de mis amigos están haciendo lo mismo. Todo el movimiento de “regreso a la tierra” se caracterizo en un principio – al menos en California– por crear pequeños núcleos cerrados de gente. Pero esos núcleos se rompieron rápidamente a medida que la gente descubría que no sólo era preciso, sino que también era gratificante, establecer un intercambio con sus vecinos. Aquella hostilidad inicial se transformó en un intercambio maravilloso de información y placer. Cada parte descubría que tenía algo que aprender de la otra.
Ahora viene bien aclarar que ni yo, ni nadie que yo conozca, pensamos que la idea de “volver atrás” es parte principal de nuestras propuestas. Siempre que entrás en este tipo de discusión, enseguida hay alguien que te acusa de “Ah, pero lo que vos queres es volver atrás”, y tenes que contestarles una y otra vez, y aun así te siguen diciendo lo mismo.

Vos estudiaste antropología en la universidad, y sigue siendo uno de tus principales intereses. Hace algún tiempo dijiste: “Dentro de 1000 años no seguiremos siendo hombres blancos, toda nuestra cultura esta yendo en otra dirección”. Hace menos tiempo agregaste en una entrevista: “A lo mejor somos una degeneración leve de algo que fue una buena especie”, citando un estudio reciente sobre la edad de piedra en el Sur de Francia que demostraba que en esa época la gente tenia cerebros mas grandes, mas tiempo de ocio, y una verdadera orientación religiosa y estética. ¿Qué decís de esto?
Tenemos que desarrollar una perspectiva mucho mas amplia de la historia humana. Es algo que se consigue mayormente a través de un conocimiento de los hechos, que están al alcance de todos pero que sencillamente no han penetrado en el pensamiento. Este es un humanismo nuevo y más amplio que también nos ayuda a comprender nuestras luchas espirituales. En promedio, el cerebro humano era mas grande hace 40.000 años de lo que es ahora. El mismo hombre de Neandertal tenía un cerebro más grande que el del hombre moderno. Esta información esta en un estudio de cortes de cráneos, no sabemos si es o no muy importante, pero es interesante de todas maneras. Un antropólogo-economista de la universidad de Chicago, Marshall Sahlins, ofrece, en “Economía de la Edad de Piedra”, una investigación, metodología y conclusión según la cual la gente del alto paleolítico trabajaba 15 horas a la semana y dedicaba el resto de su tiempo a actividades culturales. Ese periodo y el siguiente coinciden con el surgimiento del gran arte rupestre. En los Pirineos, por ejemplo, al sur de Francia. Solo podemos especular sobre quienes eran esos pueblos pero, con todo, sabemos con seguridad que eran por entero inteligentes, que su aspecto físico no era distinto del de la gente actual (excepto por la estatura, al menos el Cro-Magnon era un poco mas alto), y que se alimentaban muy bien.
No solo existen miles de cavernas, y miles de pinturas en las cavernas, sino que se encuentran pinturas en cavernas que están a 3 km de profundidad, en las cuales hay que arrastrarse a través de estanques de agua fría y atravesar estrechos pasadizos en la oscuridad, para acceder a recintos donde hay grandes pinturas. Y uno se pregunta: “¿En que estado esta la raza humana?” La tradición de la pintura rupestre, que se remonta 10.000 – 35.000 años atrás, es la tradición artística más grande del mundo.
Bajo esta perspectiva, nuestra civilización es como una cosa diminuta que empezó hace muy poco.
Lo que muchos antropólogos contemporáneos, como Sahlins y Stanley Diamond están señalando, es que nuestra experiencia humana y todas nuestras culturas no se formaron en un contexto de ciudades o de poblaciones con un gran numero de habitantes. Nuestro ser biofísico y biopsiquico ya quedó bien delineado y conformado por la experiencia de bandas de gente que vivían en poblaciones relativamente pequeñas, en un mundo en el que tenían mucha compañía: otras formas de vida, como por ejemplo ballenas, pájaros, etc. Podemos adivinar, por las pinturas, por la belleza y la precisión del dibujo, y también por las pequeñas tallas en piedras de Magdalena, la existencia de un enorme interés, intercambio, y simpatía entre personas y animales. Los dibujos científicos: tienen perspectiva correcta, atención correcta.
Yendo un poco más lejos: en ciertas áreas del mundo el periodo Neolítico representó por lejos una parte estable de la experiencia humana. Fueron de 8.000 a 10.000 años de relativa riqueza, estabilidad, alto grado de democracia, igualdad entre hombres y mujeres; un periodo en el cual todos nuestros animales y plantas fueron domesticados, y surgieron el tejido y la cerámica. Casi todas las artes en que se funda la civilización, las artesanías y los inventos, son un legado del Neolítico. Podríamos decir que el cimiento de todas las disciplinas espirituales estaba ya bien conformado en esa época. El hecho de que nuestro cuerpo principal de mitos y folklores – los motivos folklóricos y los principales temas mitológicos – están universalmente distribuidos en todo el planeta, es prueba del alcance de esa tradición. Bajo esa perspectiva, entonces, la civilización es nueva, la escritura más nueva aun, y la escritura como algo que ejerce influencia sobre la vida de mucha gente es algo que sobreviene recién en los últimos 300 años. Las bibliotecas y las academias son adelantos muy recientes, y las religiones mundiales son bastante nuevas. Detrás de ellas hay miles de años en que los hombres estuvieron buscando, desarrollando capacidades y conociéndose a si mismos.
Los últimos 80 años han sido como una explosión. Se han quemado varios billones de barriles de petróleo. La tasa de crecimiento de la población, de extracción de especies, no tiene parangón. Es verdaderamente imposible hacer ninguna generalización en base a la historia, el pasado, o el futuro, la naturaleza humana, o cualquier otra cosa, basándose en nuestra experiencia presente. Es algo que se desvía de la corriente principal. Es una anomalía. La gente dice: “Tenemos que ser realistas, tenemos que hablar de las cosas tal como son”. Pero las cosas tal como son ahora no son reales. Es una situación temporaria.

En “Hogar Terrestre” dijiste de los nativos norteamericanos: “su periodo de debilidad ya ha terminado”.
Espero que no haya sido solo una expresión de deseo...

¿No estás tan seguro ahora?
Bueno, es un decir. En cierta forma, ellos están en la misma encrucijada que todos nosotros. Quizás alguno de los pueblos pueda mantenerse íntegros porque tienen una población lo suficientemente numerosa. Pero no va a ser simple. Diamond dice que el tema principal de la historia humana es la lenta pero uniforme destrucción y absorción de poblaciones locales, tribales, por parte de la Gran Ciudad. Ese proceso todavía se esta produciendo. La contraparte de esto es la asombrosa resistencia que mantienen algunas culturas a ser absorbidas, como los Hopi y otros. Son increíblemente fuertes y es muy posible que sobrevivan.
Si dejamos de lado todas las asociaciones despectivas que tiene, la palabra “primitivo” significa primus, o “primero”, como “la mente original”, sociedad humana original, manera de ser original. Otro punto curioso en la relación entre “primitivo” y “civilizado” es que nunca una sociedad primitiva se convirtió en una sociedad civilizada por voluntad propia: si tenía la opción de hacerlo, se mantenían tal como era.
Hay una razón que hace que estos pueblos sean realmente fuertes: es un factor relacionado con los sistemas ecológicos que se me terminó de hacer claro cuando leí el libro de Margaleff: “Perspectives in Ecological Theory” y a Eugene Odum. Cada región tiene una situación tope potencial en la cual todas las plantas que pueden crecer allí ya han crecido, y todo lo que puede surgir allí ya ha surgido, y se alcanza un punto de estabilidad.

Es una situación óptima...
Esta situación, que se llama “clímax”, es una situación óptima de estabilidad. Cuando un sistema alcanza el clímax, se nivela en ese estado durante siglos o milenios. Gracias a su diversidad es capaz de absorber todo tipo de impactos. Insectos, hongos, condiciones climáticas, todo va y viene. Es lo opuesto al monocultivo. Si donde había un bosque plantás nada más que pinos blancos, en cualquier momento aparece el moho del pino blanco, y barre con toda la plantación. Si tenés un bosque con variedad natural, el hongo del pino blanco lo afectara un poco, pero no será devastador. Otro aspecto del “clímax” es que casi la mitad de la energía que trabaja en el sistema no es producida por el crecimiento anual, sino por el reciclamiento de la muerte y del crecimiento. En cambio cuando un pedazo de tierra es limpiado por la topadora, y los yuyos y el pasto crecen, la energía anual es producida totalmente por el crecimiento nuevo, y es muy poco lo que puede ser reciclado. Pero en una situación con un 40% de reciclaje, tenemos una población rica de hongos, escarabajos, y de pájaros que se alimentan de los insectos que comen la madera podrida. Se ha logrado entonces la biomasa (cantidad real de seres vivientes en un lugar) máxima óptima. A esto también se le llama “madurez”. Por una de esas ironías del lenguaje corresponde también a lo que llamamos “bosque virgen”, a pesar de que es algo muy experimentado, muy sabio y maduro. Margaleff, un ecólogo español, un teórico genial, sugirió que la evolución de las especies fluye en consonancia con la tendencia de los sistemas a alcanzar el clímax. Muchas especies existen en relación con la posibilidad de clímax, y para reforzarlo.
Ciertos grupos humanos han demostrado la capacidad para madurar de la misma manera. Una vez que han alcanzado esa madurez, son casi indestructibles. Pero es algo que no tiene nada que ver con la madurez de la civilización (las únicas sociedades que son maduras son sociedades primitivas y de hecho son también muy antiguas: 30.000 años unas, 10.000 años otras). La “civilización” es algo análogo a un pedazo de terreno barrido permanentemente para que crezca pasto nuevo cada año con rapidez: monocultivo, producción rápida, pocas especies, producción de mucha energía pero nada de reciclaje. Por eso, la civilización constituye un nuevo tipo de sistema, y no un sistema maduro. Es por eso que los Hopi van a seguir existiendo.

En 1970 dijiste: “los indios van a marcarnos el próximo paso de esta otra cultura”. ¿Te referías a esta cultura más duradera y viable?
Me refería también, literalmente, a una mejor concepción de América. Me gusta pensar que el proceso en el que estamos comprometidos tiene que ver en parte con convertirse en nativos americanos, lo cual de últimas no va a depender del color de nuestra piel, sino de cómo sintamos, vivamos, confiemos y conozcamos el suelo sobre el que vivimos.

En un ensayo de “Turtle Island” hablas de “encontrar tu lugar en el planeta y cavar ahí”. Y en un poema del mismo libro, que es sobre el lugar donde vivís, decís: “Aquí tenemos que trazar la línea.....contra el borde del cáncer”. ¿Podrías contarnos sobre tu intento de “cavar” en el Norte de California, y de la acción local que ha sido necesaria?
Decir “debemos cavar”, o “aquí tenemos que trazar la línea” tiene una implicancia mucho mas universal que la de producir tus propios alimentos o vivir en el campo. Uno de los problemas claves de la sociedad norteamericana actual es, a mi parecer, la falta de compromiso que tiene la gente con un lugar dado, lo cual, otra vez, es totalmente antinatural y fuera de la historia.

Una existencia sin arraigo...
Claro. Se permite que los vecindarios se deterioren y que los paisajes se desmantelen, porque no hay nadie dispuesto a vivir allí y a asumir la responsabilidad: simplemente se mudan. La reconstrucción del pueblo y de la vida en los EE.UU. depende en parte de que la gente, vecindario por vecindario y condado por condado, decida quedarse donde están y hacer funcionar las cosas en lugar de huir.
Quiero dejar esto claro porque parece que hay que repetirlo una y otra vez: no hay en los EE.UU. ningún lugar para huir. No hay ningún “campo” al que puedas ir e instalarte. No existe un lugar tranquilo en los bosques donde puedas irte y convertirte en un hippie alucinado. Los inspectores rurales están allí con sus cintas de plástico anaranjado. Ahí nomás están las topadoras entibiando sus motores. Los proyectistas de bienes raíces lo tienen todo cuadriculado en la pared con alfileres. Los supervisores del condado están en el cuarto del fondo tomando café con la gente de bienes raíces, en la oficina del sheriff están consiguiendo un nuevo oficial para tu zona, y el servicio forestal esta a punto de firmar un contrato con una compañía maderera. Es así en todos lados, desde la costa norte de Alaska, y en Canadá también. En la mentalidad de la carrera del oro. La carrera ahora se focaliza en los últimos recursos que quedan. Y eso significa que el impacto afecta al campo y las áreas silvestres. En ese sentido estamos sobre las líneas de frontera. Es lo que percibí cuando escribí el poema, por eso lo llame “Línea de Frontera”. Y también percibí que íbamos a tener que quedarnos y defender la línea para hacer nuestro hogar.

Un amigo mío vino a donde yo vivo hace 5 años y dijo: “no me voy a instalar aquí. Me voy más lejos, a la Columbia Británica”. Condujo 500 km con su esposa y su hijo, rumbo al norte de Vancouver, y después 110 km por un camino de tierra, y después caminaron 3 km hasta una cabaña de la que habían oído hablar, y compró un lote de tierra a pocos km de St. Elias. Ese verano se descubrieron rodeados de segadoras que estaban cortando el bosque y de camiones gigantes para troncos recorriendo los 110 km de camino de tierra, de modo que iba a resultar casi imposible intentar ir al pueblo a conseguir algo. El “pueblo” era un amontonamiento de carromatos, tanques de nafta descartados y casas móviles. Así es el mundo. Mis amigos regresaron a California: ese lugar era demasiado industrial…

A pesar de vivir en un área rural vos seguís manteniendo una conciencia global, hasta el punto que has señalado que el poder nuclear es el peligro mas grande que se cierne sobre el planeta, lo cual no es una preocupación local.
Existen dos tipos de conciencias del mundo: una es la global y otra la planetaria. Están a 180 grados de distancia una de otra, a pesar de que superficialmente sean similares. La “conciencia global” es la del hombre en traje de negocios de la centralización mundial ingenieril-tecnocrática-utópica, que hace juegos de palabras con teorías de sistemas, como por ejemplo los ecólogos empleados por las Corporaciones. El “pensamiento planetario” es descentralizador, busca soluciones biológicas antes que soluciones tecnológicas, y aprende sobre posibilidades alternativas de las habilidades transmitidas por los nativos de Papua y de los ríos amazónicos, tanto como la de las bibliotecas de las elevadas civilizaciones occidentales. Esta distinción entre pensamiento global y pensamiento planetario es muy útil. La “mente planetaria” es el viejo internacionalismo que reconoce la posibilidad de una tierra con toda su diversidad; la “conciencia global” de ultimas quizás impondría una tecnocracia no tan benevolente en todo el mundo, a través de un sistema centralizado. (Hoy treinta años después, en el 2008, esa confrontación está muy clara en el debate del cambio climatico: energía centralizada corporativa –nuclear, biocombustibles, etc- contra energía local, comunitaria. N.d.T.)
Por otro lado. Creo que es inevitable que la sociedad americana se aleje más y más de ciertas formas de individualismo extremo, por la sencilla razón de que el crecimiento de la población ha arrasado con las fronteras. Puede ser que se deba en parte a la dinámica social de la súper población (aunque de todos modos muchas sociedades no súper pobladas son altamente cooperativas). El aspecto negativo del individualismo – el aspecto explotador tipo “cada uno consiga lo suyo”- con toda seguridad ya no es apropiado. En algún sentido puede decirse que resultó productivo cuando existían cantidades enormes de recursos disponibles, pero resulta contraproducente en una sociedad que ha pasado la etapa de la lucha por ocupar el suelo y crear una nación. Es contraproducente porque hoy en día lo que importa saber es cómo actuar juntos apropiadamente y comprender la reciprocidad de las cosas, que por otra parte es el verdadero modelo de vida sobre la tierra: una red de reciprocidades y no de competencias. Las ciencias ecológicas y antropológicas, que se basan en hechos reales, están en el primer puesto para la confección de modelos que nos guíen en un nuevo sistema de valores y filosofías. Nos estamos alejando del Darwinismo social. Así como el modelo evolucionista dominó el pensamiento del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, el modelo ecológico dominara nuestra concepción del mundo: más reciproco e interactuante que competitivo.

Fuiste discípulo del maestro budista Zen Oda Roshi durante casi una década. Desde su muerte no has vuelto a tener un maestro. ¿Te imaginas que podrías trabajar otra vez junto a alguien? ¿Pensás que podrías vos ser un maestro?
La gente tiene que encontrar su propio rol y su propio trabajo, tiene que descubrir cada persona que es lo que hace mejor y hacerlo. Estudiar con un maestro constituye un tipo especial de trabajo. Ser un maestro constituye otro, otro tipo de nicho ecológico para ocupar. Yo soy poeta. El trabajo del poeta es un poco diferente. Mis maestros son las montañas, la vida en el mundo, la necesidad, mi propia historia, las personas de las que aprendo. No creo que vuelva a tener un maestro en mucho tiempo, porque no pienso irme a ningún lado. Todo lo que surja en el lugar donde estoy, dentro de la vida que llevo, son mis maestros. Mis hijos son mis maestros. No veo la necesidad de elaborar una definición formal. Ya no estoy en ese momento de la vida en que uno necesita buscar alguien a quien considerar un ser superior a si mismo, con quien mantener una relación especial.

¿Es cierto que en una época meditabas 10 horas por día?
No, eso no lo hice nunca, salvo en el monasterio en Japón, donde era obligatorio. Hay demasiado trabajo para hacer en el mundo. Alguien tiene que plantar y cosechar los tomates. No va a haber mucha meditación en el mundo si nos proponemos lograr un mundo democrático que no esté alimentado por energía nuclear. Nos conviene aprender que nuestra meditación va a ser el trabajo con nuestras manos. No podemos tener una parte de la población sentada a costa de todo el resto, como en el Tíbet. En la India, China y Japón, durante tres mil años hubo enormes, poderosos gobiernos centrales. Como en Europa hasta el Renacimiento, se consideraba que el gobierno era un reflejo del orden natural de las cosas, y que si había desigualdades y tiranías, aunque a uno no le gustaran, tenía tanto sentido quejarse como quejarse de un tifón. Una de las cosas mas interesantes que pasaron en el mundo fue el descubrimiento occidental de que la historia es arbitraria y las sociedades son creaciones humanas, no de la divinidad o de la naturaleza. Y tenemos la capacidad de elegir nuestros propios sistemas sociales.

En “Earth House Hold” (Hogar terrestre), dijiste: “Cuidado con aquello que prometa libertad o iluminación. Tres cuartas partes de la filosofía y la literatura es la charla de gente que trata de convencerse a si misma de que realmente les gusta la jaula en la que los han hecho entrar. Robert Bly habla de que el movimiento espiritual se está desintegrando bajo la pesada presión de la pasividad, pasividad hacia el lenguaje y las ideas recibidas de los maestros, sin desarrollar una vida espiritual propia. Bly dice que hay una creciente “infantilización” de la humanidad, que cada vez necesita más aparatos que la soporten para sobrevivir. ¿Qué dirías con respecto a esto y los nuevos “movimientos espirituales” que proliferan en esta década?
Hay una línea espiritual muy fina que hay que caminar, que pasa entre ser pasivo – sin cuestionamientos -, por un lado, y ser terriblemente individualista, confiando nada más que en nuestras propias ideas, por el otro. Los americanos tienen a su alcance un supermercado de ideas adulteradas, refinadas y endulzadas, igual que su comida. No tienen capacidad para discernir críticamente. De manera que el termino “infantilización” es apropiado. La primera característica de ese estado es la falta de auto-sostén, de fortaleza en la personalidad. Eso también aparece en la alienación que sufre la gente con sus vidas y trabajos. Hay algo en América que no es saludable: toda esa civilización que trata de escaparle al trabajo, especialmente los jóvenes. Hay una alienación triple en escaparle al trabajo: primero, estás tratando de que lo hagan por vos fuentes de energía exteriores. Segundo: ya no sabés que es lo que puede hacer tu propio cuerpo, de dónde vienen tu comida y tu agua. Tercero: perdés la capacidad de descubrir la unidad entre el cuerpo y la mente a través del trabajo. El gran problema de los americanos que siguen el camino espiritual es que lo están haciendo con sus mentes y no con sus cuerpos.

¿Qué significa “práctica espiritual” para vos?
Un comportamiento periódico, repetitivo, destinado a crear, recrear, reforzar e intensificar ciertas tendencias, ciertas potencialidades de la biopsiquis. Existe otro tipo de práctica que también es habitual y periódica, pero no necesariamente tan fácil y claramente dirigida por la voluntad: es la práctica de la necesidad. Somos vertebrados de 6 pies de altura, parados sobre nuestras piernas, que necesitamos respirar cierta cantidad de veces por minuto, ingerir una cantidad determinada por hora de energía solar transformada por las plantas, etc. No quiero que se separe nuestra conciencia en dos categorías, una perteneciente a un ritual diario de 45 minutos, que es “la práctica”, y la otra que no lo es. La Práctica es simplemente una intensificación de todo lo que nos es natural y está alrededor nuestro todo el tiempo. La práctica es a la vida lo que la poesía es al lenguaje hablado. Así como la poesía es la practica del lenguaje, “la practica” es la práctica de la vida. Pero en realidad, todo el lenguaje es poesía, toda vida es práctica. Es así en cualquier momento en que estés prestando toda tu atención.
Yo tuve muchos maestros que me enseñaron buenas prácticas, buenos hábitos. Una de las primeras prácticas que aprendí es que cuando estas trabajando con otra persona con una sierra de dos manos, nunca tenés que empujar, sino que tenés que tirar. Me lo enseñó mi padre cuando tenía 8 años. Otra práctica que aprendí de chico fue la de la seguridad: como poner los pies cuando cortás la madera de modo que el hacha no se desvié y te corte el pie. Todos tenemos que aprender a cambiar el aceite a tiempo para que nuestros motores no se quemen. Todos tenemos que aprender a cocinar. Por ensayo y error, y también por atención, vamos mejorando.
Mucha gente me enseñó cómo manejar herramientas, cómo limpiarlas, cómo guardarlas, cómo trabajar al lado de otros hombres y mujeres, y cómo jugar juntos después. Esto lo aprendí de las personas a las que dediqué mi primer libro “RipRap”. También me dediqué a una práctica espiritual específica, el Budismo, que encierra algunas enseñanzas extraordinarias. El mundo entero esta practicando. No es raro ni poco habitual que las personas que están viviendo su vida sobre la tierra, haciendo las cosas que deben hacer, y que no han sido degradados ni oprimidos, sean integralmente concientes de la dignidad y el orgullo de sus vidas y sus trabajos. En gran medida, la alienación y la opresión a la que ha sido sometida la gente por ciertas sociedades civilizadas a través de la historia, son los agentes responsables de la resquebrajadura de la mente original, de la sabiduría original de esas gentes, del sentido de salud que tenían de sus vidas y sus tareas. Desde ese punto de vista el Budismo, como el Cristianismo, responden a la alienación de una sociedad fragmentada.
La humanidad tiene mucha más “mente original” de la que la suponemos capaz. Nuestra práctica no solo consiste en sentarnos a meditar y formar pequeñas agrupaciones útiles dentro de la sociedad. También hay que recordar permanentemente que las sociedades se formaron para que la gente “practique” junta.
Para mí, la unidad de práctica natural es la familia. La unidad natural de aplicación de la práctica es la comunidad. Es así que se dijo: “El ciclo de creación de la vida es infinita. Observamos como las estaciones van y vienen, la vida dentro de la vida eternamente. El hijo se convierte en padre, y luego se convierte en respetable anciano”, “La vida, tan sagrada; es bueno ser parte de todo ello”. Esas son palabras de indios americanos, y, casualmente; son las palabras mas iluminadas del Budismo.
Hasta ahora he estado opinando sobre la práctica y la mente original bajo el punto de vista de la cultura y de la historia. Es necesario hacerlo para corregir algunos conceptos, porque casi nadie comprende lo que la civilización es, lo que ha hecho, y qué alternativas hay. Todavía hay cosas que tenemos que atravesar, obstáculos, venenos, sentimientos confusos, conceptos mezquinos, enojos, explotaciones miserables. Es algo con lo que nacimos. Supongo que es inherente a ese ego de la supervivencia con que este primate alcanza su clímax. Puede ser que todo el énfasis puesto en la supervivencia del ego haya ayudado a la evolución en un momento. Ahora es contra-evolucionario. Pero ya sea que digamos: “Meditá y seguí el camino”, o “Trabajá bien y sentite agradecido a la Madre Tierra”, en cualquiera de esos casos, estamos atacando a esos venenos. De eso se trata la canción curativa del médico-brujo y el chamán.

El lugar donde te asentaste – tu casa en las montañas de California - ¿es importante para tu práctica?
Donde yo vivo tengo una cantidad de personas amigas con las cuales, a pesar de ser muy distintos, tenemos en gran medida el mismo espíritu. Porque estamos juntos en un mismo lugar del mundo, y esperamos seguir en él los próximos 2 ó 3.000 años. Esperamos desarrollar nuestras fuerzas conjuntamente y ayudarnos entre todos a aprender. Tal cooperación y compromiso es en sí mismo una práctica.
Hay gente que no tiene que hacer cien mil reverencias, porque las hacen diariamente trabajando con sus manos y sus cuerpos. En todo el mundo hay gente que medita mientras arregla aparatos, planta semillas, o atiende sus caballos, y lo saben, no es inconsciente. Todo está igualmente despierto y esta igualmente vivo. Donde yo vivo, afortunadamente todos lo sentimos de esa manera, porque amamos las ceremonias, los rituales, y las ocasiones para juntarnos, y también porque ahora, que ya construimos nuestro sistema de provisión de agua, nuestros alumbrados y nuestras casas, disponemos de un poco más de tiempo. Podemos darnos el lujo de meditar juntos, bailar juntos y cantar juntos más a menudo.

Expreso Imaginario N° 33, abril 1979
Traducción Pipo Lernoud
Corrección: Ana Reig


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